CAMINOS
No existen mapas de Mongolia. En Mongolia todo es precario. Mongolia es un sustantivo que cada día cambia su referente. Los asentamientos nómadas se trasladan según la estación y los caminos son creados por las ruedas de los pocos vehículos que la atraviesan. Los conductores no conducen, navegan en un país cuyo horizonte es absolutamente plano, sin puntos de referencia salvo el sol, las estrellas, el viento y las migraciones de pájaros e insectos. Cualquier camino es siempre aproximado, una línea lo más recta posible entre un punto y otro (cambiantes). Tan recta como consiga la pericia del conductor.
HUELLAS
Los vehículos intentan seguir las huellas de otros vehículos, pero los charcos de los monzones, un arbusto demasiado crecido o un animal que se cruza pueden hacer que el conductor abandone las huellas de neumáticos: a veces unos metros, a veces unos kilómetros discurriendo paralelos. Hasta seis o siete caminos pueden discurrir paralelos, como una extraña autopista de sendas, uniéndose y separándose caprichosamente, a ritmo de obstáculos, antojos y destinos. En el norte, allí donde el desierto no borra las huellas casi inmediatamente.
PUENTES
En Mongolia cualquier punto es camino. Como en un cielo blanco de estrellas cualquier dibujo imaginable sería constelación. Construir un puente es entonces imposible, pues cada grado de la circunferencia es camino y el posible puente sería una semiesfera hueca. Un puente absurdo entonces.
BUDISMO
Todo es transitorio, dice el budismo. Nada permanece y por ello a nada nos podemos aferrar. No es casualidad que Mongolia sea un país budista. Las migraciones borran los asentamientos. El viento y la lluvia los caminos. Cada generación destruyó a la anterior y todo su legado (los lamas a los pastores, los comunistas a los lamas…). Son budistas pero creen también en el Cielo Azul. Apenas hay nada más en lo que creer. El Cielo -inmenso sin obstáculos para la vista- parece lo único que se mantiene fijo.
OBOOS
La construcción más extendida en Mongolia son los pequeños promontorios de piedras o de ramas. En cualquier lugar. Porque todo lugar es similar a cualquier otro. Se les llama oboos y se va formando con las piedras y objetos que la gente va sumando. A veces billetes, cráneos de animales, pañuelos azules o piezas de coche se unen a la composición. Son objetos-plegaria con los que pretenden obtener más dinero, un ganado sin pérdidas, un viaje sin complicaciones…
ARQUITECTURA
Los gers -tiendas desmontables mongolas- son la única tradición arquitectónica mongola. Una arquitectura efímera y cambiante, como sus oboos sagrados. Por eso cuando en el siglo XX quisieron construir ciudades no había un estilo propio que imitar. Ullaanbaatar es un ejemplo de pastiche postmoderno. Los comunistas rusos construyeron bloques grises constructivistas. Después fueron llegando inva(er)sores extranjeros y cada cual construyó según las pautas de su propia cultura:
mamotretos de mármol y dorados más propios de Dubai que de los pastores guerreros descendientes de Genghis Khan, rascacielos de cristal al más puro estilo norteamericano, edificios tokiotas llenos de luces de neón que brillan como faros en las noches de una ciudad sin apenas iluminación en las calles, templos budistas de estilo chino siguiendo las pautas de los destruidos por la revolución,
inexplicables edificios públicos pintados de rosa que imitan la Grecia clásica… Todo cabe en una ciudad sin pasado. Todo se mezcla sin discriminación ni orden. Y curiosamente la mezcla -absurda- es agradable.
CIUDADES
Ullaanbaatar, como ocurre en tantos países, es algo muy diferente al resto de Mongolia. Crece cada día porque muchos campesinos arruinados montan su yurta en las afueras. Tiene lujosos bancos, restaurantes y hoteles al lado de un ejército de niños-rata, que viven en las alcantarillas, donde pasan las noches abrazados a las tuberías de agua caliente que construyeron los rusos en una de las ciudades más frías del mundo. Cuando los rusos abandonaron el país las ciudades fueron abandonadas a la par y muchos mongoles volvieron a la vida nómada. Hoy quedan tres ciudades importantes en toda su extensa geografía. El resto están vacías (ruinas fantasmales en medio de la nada) o muchas veces formadas por seis o siete casas: una gasolinera, un mecánico, un hipermercado, una tienda (o dos) de telefonía móvil y poco más.